Alejandro González-Varas: «La religión y su estudio pueden contribuir a erradicar males y patologías de nuestra sociedad»
Alejandro González-Varas, profesor de la facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza y autor, entre otros, del libro La enseñanza de la religión en Europa (Digital Reasons), advierte «que hay un interés de las corrientes laicistas porque no se sepa que países de nuestro entorno imparten religión en la escuela»
En el libro La enseñanza de la religión en Europa despliega un elevado elenco de países que imparten esta asignatura. ¿Por qué creemos en España que es una cuestión que solo nos afecta a nosotros cuando algunos partidos políticos se manifiestan en contra?
Tal vez se deba al típico complejo español de que «lo nuestro siempre es peor», o una autocrítica en ocasiones desproporcionada que nos lleva a un complejo de inferioridad ciertas veces injustificado. Ya se sabe que los españoles somos los principales seguidores de las leyendas negras que se nos imputan. Aun así, más bien lo achacaría, simplemente, a la ignorancia de lo que nos circunda. Andamos demasiado metidos en lo que ocurre dentro de nuestras fronteras y eso a veces hacer que el aire que se respira se enrarezca y que, a la postre, seamos un país autodestructivo. La situación de la España actual permitiría poner varios ejemplos de ello, pero me centraré en el concreto ámbito de la enseñanza de la religión. En este caso, puede percibirse un interés de las corrientes laicistas por que no se sepa lo que de verdad ocurre en los países de nuestro entorno inmediato. Si se supiera la verdad, es decir, que la enseñanza de la religión es lo más normal que hay en el sistema educativo de cualquiera de ellos, se derrumbarían buena parte de sus inconsistentes argumentos para proponer su erradicación en España. Nada mejor para conseguir sus injustificados propósitos que apelar a que seguimos siendo una anacrónica excepción aislada en el mundo –aunque sea falso.
Expone también en el libro distintos modos de impartir esta materia en las distintas naciones. ¿En qué áreas las engloba usted?
Principalmente en dos. Una es la correspondiente a los estados nórdicos y Reino Unido, donde se imparte la enseñanza de la religión desde una perspectiva histórica o cultural, lo que explica que su estudio sea incluso obligatorio. Habida cuenta de su importante secularización, no les suele interesar tanto conocer una fe viva y vigorosa, como el fenómeno religioso en cuanto hecho cultural.
En segundo lugar, encontramos el modelo de enseñanza confesional. Esto significa que se estudia una religión como una doctrina y un fenómeno vivo. Se pretende asegurar que esa creencia se imparte de un modo correcto, sin riesgo a errores, y por eso sus contenidos corren a cargo de las confesiones, lo que también explica que su seguimiento sea voluntario. Es el sistema de la mayor parte de los países europeos entre los que se encuentra, como uno más, España.
Lo que resulta excepcional es que no se explique religión de ningún modo. Solo países muy concretos, como Francia o Eslovenia, lo tienen excluido de sus escuelas. Sin embargo, el desconocimiento de la religión y las carencias en la cultura general en que desemboca ha dado a que el Gobierno francés se haya preocupado por esta cuestión y haya planteado su incorporación a las escuelas.
¿En qué aspectos destacaría el interés formativo de la religión para las personas individual y socialmente?
El interés formativo de la religión y el provecho que se puede obtener de esta materia es amplio. En este momento me limitaría a señalar los tres siguientes. Por una parte, es un elemento esencial de la cultura general. La aproximación a la religión es fundamental para conocer la historia, la filosofía, o el arte. En segundo lugar, habida cuenta de que la religión ha contribuido a formar nuestra cultura, lo que ahora se denominan valores éticos o cívicos encuentran su origen en las tradicionales virtudes. Por ello, el estudio de la religión nos ofrecerá una perspectiva rica y profunda de esos valores que ayudará a que quienes la estudien tengan comportamientos también más cívicos. Por último, y directamente conectado con lo anterior, la antropología o concepto del ser humano que lleva la religión facilitará que el estudiante tenga un elevado concepto de las demás personas (es decir, del prójimo) que le lleve a respetar su dignidad y libertad, y a no verlo como un ser inferior, o un objeto del que sacar un determinado provecho. En definitiva, estoy persuadido de que la religión y su estudio pueden contribuir con eficacia a erradicar muchos de los males y patologías de nuestra sociedad, y a que podamos construir entre todos un mundo mejor.
Alude también al derecho preferente de los padres a educar a sus hijos que ampara nuestra Constitución. ¿Ve interés de grupos y/o posiciones ideológicas en difuminar u olvidar este planteamiento?
Me parece que ese interés es claro. Si esos grupos ideológicos desplazan a los padres en su derecho y deber de educar a sus hijos, acaban ellos asumiendo esta función. La conclusión es evidente: los niños y jóvenes españoles al final pensarán como quieren los políticos que gobiernen en cada momento. Si consiguen dominar el sistema educativo y minimizar la actuación de los padres, trasladarán finalmente sus creencias e ideologías a través de los centros de enseñanza, formando así a los ciudadanos a su manera, en lugar de que lo hagan las familias. No debe sorprendernos: la instrumentalización de la enseñanza puede presentarse como una tentación para el gobernante, y los regímenes dictatoriales dan claro ejemplo de las consecuencias que comporta caer en esta tentación. Por tanto, mejor evitarlo y que a los hijos los eduquen sus padres. Es lo natural y lo más democrático.
¿Qué dice el Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre esta cuestión?
Su posición es tan clara como constante en este aspecto. Sostiene que el derecho de elegir la formación moral y religiosa de los jóvenes les corresponde a sus padres. Una manera de satisfacer este derecho se traduce en que se enseñe religión en las escuelas, lo cual ha entendido que, en el caso de las escuelas públicas, es perfectamente compatible con su neutralidad. Esa neutralidad exige, precisamente, que deben evitarse adoctrinamientos en estos lugares, bien sean de corte religioso o ideológico. En consecuencia, las materias que afecten a la formación moral o religiosa de las personas habrán de ser optativas, como sucede con la enseñanza confesional de la religión y habrán de serlo también —me permito añadir— cualesquiera otras materias que, aun no siendo religiosas sino enfocadas desde una determinada impronta ideológica, son susceptibles de afectar a la moral o creencias del alumno.
No olvida tampoco, el componente cultural e histórico de las religiones para entender el devenir de las naciones, que aglutinan cosmovisiones del mundo distintas de las personas que viven, por ejemplo, en Europa, África o Asia.
Desde luego. El hecho religioso ha contribuido a formar la identidad cultural de los pueblos y civilizaciones. Es una constante histórica que se ha producido en todas las latitudes. No es posible tener un conocimiento completo de una determinada cultura si no tenemos al menos unas ciertas nociones de las creencias religiosas que han tenido las personas que han vivido en ese lugar y momento. De este modo, no podemos comprender las culturas orientales sin aproximarnos de algún modo al budismo, confucionismo o taoísmo. De la misma manera, la identidad europea y de otros lugares como América viene determinada en gran medida por el cristianismo, sin desconocer que en las sociedades actuales es importante la presencia de otros credos. De hecho, hoy sigue siendo necesario conocer las creencias que hay en cada lugar para comprender el modo de ser de las sociedades contemporáneas. En este sentido, la enseñanza de las religiones minoritarias o que llevan menos tiempo presentes en un país puede mostrar una faz integradora, pues permite relacionarla con otros contenidos que se explican al alumno, se sitúa esa religión en una situación de normalidad en la escuela y la sociedad, y se estudia con un currículo, libros, y profesores que garantizan la corrección de la enseñanza, lo que –llegado el caso– contribuye a que se eviten radicalismos.
¿Cree que existe alguna relación entre el descenso de alumnos en la asignatura de religión que se ha dado en los últimos años en España y el aumento de la increencia entre los jóvenes?
A mi modo de ver, tal relación existe. La falta de conocimiento y la escasez de creencia se alimentan recíprocamente. Los jóvenes creen menos porque cada vez es menos frecuente encontrar personas —fundamentalmente sus familias— que les hablen de cuestiones referentes a lo trascendente y, de modo particular, de la religión. Es difícil creer en aquello que apenas se conoce, o vivir conforme a ello, como también resultará difícil valorarlo. A su vez, si no se considera importante lo religioso o apenas se conoce, tampoco se siente necesidad de acercarse de un modo más próximo a ello o estudiarlo.
Por concretar más, ¿considera que es suficiente una formación religiosa para sustentar una vivencia individual y comunitaria, por ejemplo, en el caso del cristianismo?
En principio diría que la formación es necesaria para sustentar una vivencia religiosa vigorosa, si bien no es suficiente por sí sola. Es cierto que habrá que tener presentes otros factores como las aptitudes y disposiciones de cada persona, o los carismas existentes. Pero ello no evita que la sola formación probablemente no ofrezca los frutos esperados si no viene acompañada de la práctica de otros elementos comúnmente presentes en las religiones —incluido el cristianismo— como son la oración personal y comunitaria, o la práctica de ritos y ceremonias —o de los sacramentos—, así como la observancia de una moral o la realización de obras de caridad.
¿Corremos el riesgo los creyentes de matar el cristianismo cosificándolo en ritos, doctrinas y prácticas que nos desvían del encuentro con Cristo y, en último término, no inciden en cómo vivimos lo cotidiano?
Desde luego que una religión, incluido el cristianismo, es mucho más que sus ritos o prácticas externas. En el caso del cristianismo, y remitiéndome a una inveterada enseñanza reiterada con particular asiduidad por los últimos pontífices, la vida del cristiano tiene como piedra angular el encuentro con Cristo. Este fenómeno ha de ser lo suficientemente impactante como para que presida nuestras conductas y pensamientos, desplegando sus efectos en los diferentes actos de cada día. Los ritos, doctrinas y la formación sin duda ayudarán a que ese encuentro y sus efectos sean fructíferos para la persona, pero no creo que puedan sustituirlo u obviarlo.