El Papa pide perdón a las víctimas de abusos en Chile por sus errores
El Papa lamenta que no le llegara una información «veraz y equilibrada» en el caso del obispo de Osorno y convoca a la Conferencia Episcopal de Chile a una reunión Roma «con el objetivo de reparar en lo posible el escándalo y restablecer la justicia»
Francisco pide perdón a las víctimas de abusos sexuales en Chile tras el demoledor informe de «más de 2.300 folios» que le han presentado sus dos enviados a este país: el arzobispo maltés Charles J. Scicluna, uno de los principales colaboradores de Benedicto XVI en el giro que con este Pontífice se produjo en la actitud de la Santa Sede ante este tipo de escándalos, y el sacerdote español Jordi Bertomeu Farnós, oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
«Reconozco y así quiero que lo transmitan fielmente, que he incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada», escribe el Papa en una carta a los obispos de este país.
Los autores del informe «reconocieron ante mí haberse sentido abrumados por el dolor de tantas víctimas de graves abusos de conciencia y de poder y, en particular, de los abusos sexuales cometidos por diversos consagrados de vuestro país contra menores de edad, aquellos a los que se les negó a destiempo e incluso les robaron la inocencia», añade el Obispo de Roma.
Entre los testimonios recabados, hay obispos, además de sacerdotes y laicos que acudieron a declarar «con una madurez, respeto y amabilidad que sobrecogían». «Todos los testimonios recogidos en ellas hablan en modo descarnado, sin aditivos ni edulcorantes, de muchas vidas crucificadas y les confieso que ello me causa dolor y vergüenza», dice Francisco
El Papa esperará a tomar medidas a reunirse con los obispos de Chile, a quienes convoca a una reunión en Roma «con el objetivo de reparar en lo posible el escándalo y restablecer la justicia». Será un encuentro «con el solo objetivo de hacer resplandecer la verdad en nuestras vidas». Entre tanto, anuncia, «ya desde ahora pido perdón a todos aquellos a los que ofendí y espero poder hacerlo personalmente, en las próximas semanas, en las reuniones que tendré con representantes de las personas entrevistadas.
La presunción de inocencia
Aunque Francisco no lo menciona en la carta por su nombre, las miradas están puestas sobre el obispo Juan Barros, el polémico obispo de Osorno, antiguo secretario y uno de los sacerdotes promovidos al episcopado por Fernando Karadima, el influyente sacerdote de El Bosque, una parroquia de alto nivel adquisitivo en Santiago, cuya fama de hombre de fe profunda espiritualidad se desmoronó al ser condenado por la Santa Sede en 2011 por abusos sexuales. No ha sido el único escándalo de abusos en Chile en los últimos años, pero sí el más mediático.
A Barros, las víctimas de Karadima no solo le acusan de haber maniobrado para tapar las denuncias contra su maestro y mentor, especialmente cuando, siendo secretario del cardenal Juan Francisco Fresno (ex arzobispo de Santiago), empezaron a recibirse las primeras denuncias, que él sistemáticamente arrojaba a la papelera.
Una de esas víctimas, Juan Carlos Cruz, escribió una carta al Papa en marzo de 2015, en la que relataba: «Más difícil y fuerte era cuando estábamos en la habitación de Karadima y Juan Barros, si no se estaba besando con Karadima, veía cuando a algunos de nosotros, los menores, éramos tocados por él y nos hacía darle besos diciéndome: “Pon tu boca cerca de la mía y saca tu lengua”. Él sacaba la suya y nos besaba con su lengua». «Juan Barros era testigo de todo esto y lo fue incontables veces, no solo conmigo sino con otros también».
Con Juan Carlos Cruz se entrevistó el enviado especial del Papa, el arzobispo de Malta Charles Scicluna, quien se desvió a Nueva York, donde vive Cruz, para escuchar de primera mano su relato, antes de viajar a Chile.
Ahora el Papa deja claro que toda esa información nunca llegó a sus manos. Que algo falló estrepitosamente en la cadena para que informaciones como las que han recabado en solo unos días por sus dos enviados quedaran ocultas durante varios años.
«Es todo calumnia. ¿Está claro?». «El día que me traigan una prueba voy a hablar». Así respondía durante su visita a Chile en enero, convencido, por lo informes que le habían llegado, de la inocencia del obispo de Osorno. «No hay una sola prueba en contra», aseguraba Francisco visiblemente molesto, al ser preguntado por esta cuestión en un espontáneo encuentro con periodistas locales.
No era la primera vez que el Pontífice se pronunciaba en este sentido. En unas palabras grabadas en 2015 en un móvil por un fiel argentino en la plaza de San Pedro que dieron la vuelta al mundo, Francisco decía que «Osorno sufre, sí; por tonta», por dejarse contaminar por políticos «zurdos». También entonces se le veía visiblemente enfadado ante acusaciones que consideraba injuriosas.
Hace unos meses, sin embargo, la agencia Associated Press desveló que, por entonces, Francisco planeaba ya apartar –al menos temporalmente– a Juan Barros, pero la indiscreción del nuncio en Chile frustró los planes. El Papa seguía sin obtener pruebas tangibles de su culpabilidad, pero la persistente contestación de muchos fieles de Osorno le hacía dudar de la conveniencia de mantenerle en el puesto, al menos hasta aclarar definitivamente el asunto.
Aquella operación se frustró y el caso Barros ensombreció la visita del Papa a Chile. El obispo de Osorno no se privó de asistir a las celebraciones del Pontífice, acaparando la atención mediática, actitud que se le reprochó desde diversos sectores de la Iglesia. Todo ello terminó obligando a Jorge Bergoglio a salir al paso de la polémica, eclipsando los mensajes de su visita.
Durante la rueda de prensa a su regreso a Roma, Francisco reiteró su compromiso con las víctimas de abusos sexuales (de hecho, se reunió con un grupo durante su viaje), si bien explicó que, en el caso concreto de Juan Barros, ante la falta de «evidencias», su obligación es hacer primar la presunción de inocencia. «Es un caso que lo hice estudiar, lo hice investigar, lo hice trabajar mucho y realmente no hay evidencia», dijo.
Elogio a los medios de comunicación
Esa evidencia finamente ha aparecido gracias a la «ingente labor de escucha serena y empática de los 64 testimonios que recogieron» Scicluna y Bertomeu «tanto en Nueva York como en Santiago de Chile. Les envié a escuchar desde el corazón y con humildad. Posteriormente, cuando me entregaron el informe y, en particular, su valoración jurídica y pastoral de la información recogida, reconocieron ante mí haberse sentido abrumados por el dolor de tantas víctimas de graves abusos de conciencia y de poder y, en particular, de los abusos sexuales cometidos por diversos consagrados de vuestro país contra menores de edad, aquellos a los que se les negó a destiempo e incluso les robaron la inocencia».
Por ese tipo de comportamientos «los medios de comunicación nos avergüenzan, presentando una Iglesia casi siempre en novilunio, privada de la luz del Sol de justicia». Pero lejos de disparar al mensajero, el Pontífice lanza un alegato a favor de los medios, en el pasado acusados a menudo de sobredimensionar los escándalos con el único objetivo de atacar a la Iglesia. «En ningún momento se ha cedido a la tentación de convertir esta delicada misión en un circo mediático», les die Francisco a los obispos chilenos. «Al respecto, quiero agradecer a las diferentes organizaciones y medios de comunicación su profesionalidad al tratar este caso tan delicado, respetando el derecho de los ciudadanos a la información y la buena fama de los declarantes».
A los Señores Obispos de Chile
Queridos hermanos en el episcopado:
La recepción durante la semana pasada de los últimos documentos que completan el informe que me entregaron mis dos enviados especiales a Chile el 20 de marzo de 2018, con un total de más de 2.300 folios, me mueve a escribirles esta carta. Les aseguro mi oración y quiero compartir con ustedes la convicción de que las dificultades presentes son también una ocasión para restablecer la confianza en la Iglesia, confianza rota por nuestros errores y pecados y para sanar unas heridas que no dejan de sangrar en el conjunto de la sociedad chilena.
Sin la fe y sin la oración, la fraternidad es imposible. Por ello, en este 2º domingo de Pascua, en el día de la misericordia, les ofrezco esta reflexión con el deseo de que cada uno de Ustedes me acompañe en el itinerario interior que estoy recorriendo en las últimas semanas, a fin de que sea el Espíritu quien nos guíe con su don y no nuestros intereses o, peor aún, nuestro orgullo herido. A veces cuando tales males nos arrugan el alma y nos arrojan al mundo flojos, asustados y abroquelados en nuestros cómodos “palacios de invierno”, el amor de Dios sale a nuestro encuentro y purifica nuestras intenciones para amar como hombres libres, maduros y críticos. Cuando los medios de comunicación nos avergüenzan presentando una Iglesia casi siempre en novilunio, privada de la luz del Sol de justicia (S. Ambrosio, Hexameron IV, 8, 32) y tenemos la tentación de dudar de la victoria pascual del Resucitado, creo que como santo Tomás no debemos temer la duda (Jn 20, 25), sino temer la pretensión de querer ver sin fiarnos del testimonio de aquellos que escucharon de los labios del Señor la promesa más hermosa (Mt 28, 20).
Hoy les quiero hablar no de seguridades, sino de lo único que el Señor nos ofrece experimentar cada día: la alegría, la paz el perdón de nuestros pecados y la acción de Su gracia.
Al respecto, quiero manifestar mi gratitud a S. E. Mons. Charles Scicluna, arzobispo de Malta, y al Rev. Jordi Bertomeu Farnós, oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, por su ingente labor de escucha serena y empática de los 64 testimonios que recogieron recientemente tanto en Nueva York como en Santiago de Chile. Les envié a escuchar desde el corazón y con humildad. Posteriormente, cuando me entregaron el informe y, en particular, su valoración jurídica y pastoral de la información recogida, reconocieron ante mí haberse sentido abrumados por el dolor de tantas víctimas de graves abusos de conciencia y de poder y, en particular, de los abusos sexuales cometidos por diversos consagrados de vuestro país contra menores de edad, aquellos a los que se les negó a destiempo e incluso les robaron la inocencia.
El mismo más sentido y cordial agradecimiento lo debemos expresar como pastores a los que con honestidad, valentía y sentido de Iglesia solicitaron un encuentro con mis enviados y les mostraron las heridas de su alma. Monseñor Scicluna y el Reverendo Bertomeu me han referido cómo algunos obispos, sacerdotes, diáconos, laicos y laicas de Santiago y Osorno acudieron a la parroquia Holy Name de Nueva York o a la sede de Sotero Sanz, en Providencia, con una madurez, respeto y amabilidad que sobrecogían.
Por otra parte, los días posteriores a dicha misión especial han sido testigos de otro hecho meritorio que deberíamos tener bien presente para otras ocasiones, pues no solo se ha mantenido el clima de confidencialidad alcanzado durante la visita, sino que en ningún momento se ha cedido a la tentación de convertir esta delicada misión en un circo mediático. Al respecto, quiero agradecer a las diferentes organizaciones y medios de comunicación su profesionalidad al tratar este caso tan delicado, respetando el derecho de los ciudadanos a la información y la buena fama de los declarantes.
Ahora, tras una lectura pausada de las actas de dicha “misión especial”, creo poder afirmar que todos los testimonios recogidos en ellas hablan en modo descarnado, sin aditivos ni edulcorantes, de muchas vidas crucificadas y les confieso que ello me causa dolor y vergüenza.
Teniendo en cuenta todo esto les escribo a ustedes, reunidos en la 115ª asamblea plenaria, para solicitar humildemente Vuestra colaboración y asistencia en el discernimiento de las medidas que a corto, medio y largo plazo deberán ser adoptadas para restablecer la comunión eclesial en Chile, con el objetivo de reparar en lo posible el escándalo y restablecer la justicia.
Pienso convocarlos a Roma para dialogar sobre las conclusiones de la mencionada visita y mis conclusiones. He pensado en dicho encuentro como en un momento fraternal, sin prejuicios ni ideas preconcebidas, con el solo objetivo de hacer resplandecer la verdad en nuestras vidas. Sobre la fecha encomiendo al secretario de la Conferencia Episcopal hacerme llegar las posibilidades.
En lo que me toca, reconozco y así quiero que lo transmitan fielmente, que he incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada. Ya desde ahora pido perdón a todos aquellos a los que ofendí y espero poder hacerlo personalmente, en las próximas semanas, en las reuniones que tendré con representantes de las personas entrevistadas.
Permaneced en mí (Jn 15, 4): estas palabras del Señor resuenan una y otra vez en estos días. Hablan de relaciones personales, de comunión, de fraternidad que atrae y convoca. Unidos a Cristo como los sarmientos a la vid, los invito a injertar en vuestra oración de los próximos días una magnanimidad que nos prepare para el mencionado encuentro y que luego permita traducir en hechos concretos lo que habremos reflexionado. Quizás incluso también sería oportuno poner a la Iglesia de Chile en estado de oración. Ahora más que nunca no podemos volver a caer en la tentación de la verborrea o de quedarnos en los “universales”. Estos días, miremos a Cristo. Miremos su vida y sus gestos, especialmente cuando se muestra compasivo y misericordioso con los que han errado. Amemos en la verdad, pidamos la sabiduría del corazón y dejémonos convertir.
A la espera de Vuestras noticias y rogando a S.E. Mons. Santiago Silva Retamales, Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, que publique la presente con la mayor celeridad posible, les imparto mi bendición y les pido por favor que no dejen de rezar por mí.