Para algunos, la posverdad vendría a consistir en una mentira de nueva generación que recurre a mensajes, argumentos o relatos aparentemente verdaderos, generalmente imbuidos de una carga emocional que suple cualquier necesidad de verificación. Otros autores afirman que la posverdad es sencillamente una mentira, una estafa o falsedad encubierta que oculta, lo que hemos venido conociendo como la tradicional propaganda política. Mi aportación personal al concepto consistiría en equiparar la posverdad al trampantojo, una amable y esforzada trampa o una definitiva ilusión con que se engaña a alguien. Un ejemplo es la tramposa utilización que están haciendo los sectores independentistas catalanes de la encarcelación de personajes que han propiciado un golpe de Estado en toda regla, queriendo hacer creer a los incautos que son presos políticos.
La posverdad no se puede entender sino en el marco de la llamada posmodernidad y en el cauce de una llamada sociedad líquida que desemboca en un profundo relativismo. Los posmodernos consideran siempre la verdad no como algo absoluto universal e incuestionable, sino como algo variable según el punto de vista de cada uno.
El hombre posmoderno manifiesta tener un talante más bien desilusionado, personificando una actitud de desgana y falta de lucha y esfuerzo que le lleva a entregarse las más de las veces al consumo instantáneo como fuente de placer y satisfacción. Privilegia las formas sobre el contenido. Llega a idolatrar a determinados personajes que la mercadotecnia pone en circulación. La religión, la fe y la espiritualidad dejan de ser relevantes. Todas las opiniones morales o éticas son igualmente válidas y ninguna opinión de lo bueno y lo malo es mejor que otra. Para el posmoderno todo será subjetivo. De reverenciar la verdad, una y mayúscula, pasará más bien a aceptar la coexistencia de verdades relativas y plurales. La posmodernidad, en resumen, ha tornado en líquido lo que antes era sólido.
La singularidad en la sociedad líquida parece evaporarse. Se trata más bien de ser como los demás e identificarse lo más posible con el grupo. Esto se comprueba de manera muy nítida entre la gente joven que vive permanentemente conectada a través de las redes sociales y en sintonía con los miembros del grupo al que quieren pertenecer.
Terreno abonado
Por ceñirnos unos momentos al campo político podríamos decir que la posverdad está alimentando los fenómenos más peligrosos del populismo de nuestros días. El presidente de la República francesa, Emmanuel Macron, coincide con esta opinión al afirmar que la combinación de nacionalismo, populismo y posverdad constituye la mayor amenaza a la que se enfrentan nuestras democracias.
La expansión de la posverdad y el relativismo se ha visto, a su vez, impulsada por una revolución tecnológica que está produciendo un proceso de transformación brutal de nuestras vidas que nos deja perplejos y abocados a una incertidumbre creciente. Dicha revolución tecnológica está permitiendo la invasión de noticias falsas que han inundado en nuestros días el proceso vivido en Cataluña y que, según distintas fuentes, tiene a Rusia como principal responsable.
Junto a la revolución tecnológica coexisten otros fenómenos que están impulsando el clima de desasosiego. Vivimos los coletazos de la reciente crisis económica, cuyas consecuencias sufren amplias capas de la población. Al mismo tiempo se está descubriendo una verdadera oleada de casos de corrupción que afectan a la mayoría de los partidos con el desprestigio que ello acarrea a la clase política de la mayor parte de los países occidentales.
Y los medios de comunicación, que tienen un papel vital para la configuración de la opinión pública, atraviesan una precariedad económica de tal calibre que están siendo condicionados hasta la exasperación por los poderes políticos y financieros. Esta precariedad les hace casi imposible poder trabajar en pos de una información contrastada y de calidad. Ello ocasiona tantas veces un periodismo muy superficial de escaso nivel que condiciona a una opinión pública que por lo general sigue las tendencias dominantes sin espíritu crítico.
Este es pues el medio ambiente en el que la posverdad encuentra terreno abonado para su expansión. No me quedo tranquilo, sin embargo, si no acabo manifestando algunas de las posverdades que más me desazonan en estos momentos, amparadas en el llamado derecho a decidir, que constituye tantas veces una trampa de dimensiones colosales para justificar desde el aborto –que en realidad es un horrendo crimen–, pasando por la nueva ofensiva que estamos viviendo en relación a la ideología de género, a la práctica de los referéndums, últimamente tan en boga, que son terreno abonado para la posverdad al crear la ilusión de que el futuro está en nuestras manos y donde a veces se toman decisiones de enorme gravedad con la levedad que es propia de nuestro tiempo.
Detrás de la posverdad, entendida como mentira edulcorada y tramposa, se encontrará siempre el demonio, el Príncipe de la mentira, el promotor de las rencillas y divisiones entre los hombres. Cuando el hombre pugna por apartarse de Dios y erigirse en dueño y señor de la creación, experimenta en su loca y absurda pretensión los efectos de la torre de Babel, y lejos de encontrar la deseada libertad, acabará enredado y condicionado por la mentira ya que solo la Verdad con mayúscula nos hace libres.
Ignacio Camuñas
Presidente de honor del Foro Sociedad Civil