«Soy Leila, profesora en el campo de refugiados de Gendrassa, en Maban. Tuvimos que huir de Blue Nile (Sudán) por la guerra, venían a buscar el oro y el cromo. Cuando denunciamos la situación nos empezaron a bombardear. Nunca pensé que un día me convertiría en una refugiada. Los bombardeos se intensificaron y tuvimos que huir y buscar refugio en Sudán del Sur. Cuando abandonamos nuestra casa tenía 23 años, estaba embarazada y con tres hijos. El viaje duró un mes entero. Mucha gente sufrió hambre y sed. Algunos se perdieron por el bosque buscando agua. Otros perdieron la vida».
Leila tuvo que huir de su tierra en Sudán en 2011 por los bombardeos indiscriminados sobre la población civil. Llegó a Sudán del Sur, el país más joven del planeta, con la esperanza de encontrar un poco de paz, pero en 2013 el país que la acogía empezó una guerra civil brutal en la que han muerto decenas de miles de personas y se han visto desplazadas más de cuatro millones. Leila, su familia y el resto de refugiados en Maban se encuentran atrapados entre dos guerras.
Leila hoy es profesora de Primaria en uno de los campos de refugiados de Maban. En un contexto en que la mayoría de los niños y niñas no tienen acceso a la educación, y sobre todo considerando que las muchachas a menudo no pueden terminar ni la escuela primaria, su testimonio es un ejemplo para todos y todas. Las muchachas jóvenes la admiran y desearían ser como ella, pero a muchas sus familias van a casarlas a los 13 o 14 años.
«Cuando enseño me siento feliz, porque sé que mis alumnos van a conocer sus derechos. He escogido ser profesora porque quiero ayudar a los niños y niñas a avanzar y saber lo que es bueno y lo que es malo. La educación traerá la paz a mi país, porque en el momento en que los estudiantes hayan completado la educación conocerán sus derechos y sabrán cómo traer la paz a través del bolígrafo y la mesa de negociación».
Su vida, su sonrisa, su tesón, me impulsan a seguir caminando con este pueblo castigado y golpeado pero siempre dispuesto a seguir adelante, a vivir con sentido el tiempo de exilio.