El lema Demos el primer paso resume el objetivo de la visita del Papa a Colombia. No son las credenciales de un político, sino las de un pastor convencido de que la paz es un proceso artesanal que se consigue –dice Francisco en su videomensaje a los colombianos– cuando somos capaces de «vernos y tratarnos como hermanos». Amplias zonas de Colombia llevan más de medio siglo enfrascadas en un conflicto que ha dejado más de 200.000 muertos, pero el propósito del Pontífice es mucho más ambicioso que el apoyo –que sin duda ha existido– a las negociaciones con las guerrillas. La «paz estable» y «duradera» que propugna Francisco exige valentía para dar ese «primer paso» de acercamiento al viejo enemigo, pero también para afrontar problemas estructurales que alimentan la violencia como las fuertes desigualdades sociales, la desestructuración familiar o la degradación ambiental, que sufren particularmente las comunidades indígenas y los más pobres. Son retos enormes que, como afirma el curial Guzmán Carriquiry, exigen a los católicos una «renovación espiritual» para poder estar a la altura.